Las bajas temperaturas te hacen mucho más vulnerable a determinadas patologías, como el resfriado o la gripe, que afectan al cuerpo en general y hasta influyen en el estado de ánimo. Esto se debe a que el frío afecta a las defensas exponiéndote más a los gérmenes, virus y bacterias. A todo esto hay que sumar que muchas de las enfermedades se pueden convertir en epidemias que afectan a gran número de personas, dificultando su control.
Lo primero que debes hacer es aprender a identificar las enfermedades con mayor incidencia en la población durante los meses de frío y conocer bien sus síntomas para poder tratarlas adecuadamente:
- Resfriado o catarro: es causado por el rinovirus y es muy contagioso. Sus síntomas son generalmente leves aunque en muchos casos limitan a las personas en sus actividades diarias. Los más significativos son estornudos, congestión nasal, tos, irritación de garganta y algunos dolores musculares.
- Gripe: es una enfermedad que se suele presentar de una forma epidémica. Los virus gripales ocasionan una alteración de la mucosa respiratoria y, a diferencia de los catarros, la infección provoca inflamación y congestión en el tracto respiratorio. Los síntomas que la identifican son fiebre, escalofríos, dolor de cabeza, congestión nasal, molestias de garganta, dolores musculares, tos e incluso pérdida de apetito.
- Neumonía: Esta patología que surge cuando la infección alcanza los pulmones. Puede ser contagiosa y la recuperación puede tomar semanas si no se atiende a tiempo. Los principales síntomas son dificultad para respirar, dolores en el costado, tos, fiebre y escalofríos.
Prevenir es mejor que curar
La clave está en la prevención basada en hábitos de vida saludables y en prácticas que te expongan lo menos posible a los virus y bacterias que causan las enfermedades que acabamos de mencionar:
- Cuidar los hábitos de alimentación. Lo ideal es decantarse por alimentos que sean fuente de vitamina A, C y D, ricos en Omegas, calcio y antioxidantes, como las frutas, verduras, hortalizas, frutos secos, pescados, huevos e infusiones naturales. También es importante que intentes evitar las grasas saturadas y el consumo excesivo de sal y azúcares.
- Mantener hábitos de higiene saludables. Prácticas tan sencillas como lavarse las manos con frecuencia, cubrirse la nariz y la boca al toser y estornudar, y no compartir utensilios como los vasos, platos y cubiertos, pueden evitarte ser víctima de estas patologías.
- Evitar los cambios bruscos de temperatura. Las temperaturas extremas alteran las defensas. Lo recomendable es mantener en casa un clima no muy caliente, eso ayudará al cuerpo a utilizar sus propios mecanismos reguladores. También es aconsejable renovar el aire de casa abriendo las ventanas unos minutos al día.
- Hacer ejercicios en nuestro día a día. Una forma de aumentar tus defensas es ejercitando el cuerpo. Tres veces por semana es lo aconsejable.
- Utilizar la ropa adecuada. La mejor forma es vestirse por capas. Eso te permitirá adecuarte a todas los climas a los que estés expuesto.
El frío también influye en el estado de ánimo y en ocasiones puede llegar a la depresión, por eso es muy importante intentar mostrar siempre una actitud positiva y evitar situaciones recurrentes de estrés, no sólo por la salud emocional, sino porque además esto fortalece el sistema inmunitario. Así que, recuerda: ¡Al mal tiempo, buena cara!