Cuando nos llaman por nuestro nombre, es bastante común darse la vuelta automáticamente para atender la demanda. Además, si oímos nuestro nombre, rápidamente tratamos de detectar quién lo ha dicho y por qué. ¿A qué se deben estas reacciones y comportamientos?
El nombre de una persona es tan importante que es una de las primeras cuestiones que se determinan en el nacimiento. Además, existen teorías que asocian cada nombre a ciertos rasgos de personalidad. En definitiva, el nombre de una persona es un concepto de alta relevancia en prácticamente todas las culturas. Y esto, nuestro cerebro lo sabe.
¿Qué ocurre en nuestro cerebro cuando nos llaman por nuestro nombre?
En los últimos años, múltiples estudios han analizado los eventos que suceden en nuestro cerebro cuando nos llaman por nuestro nombre. La gran mayoría de ellos estuvieron enfocados a evaluar qué ocurre en la corteza prefrontal. Esta es la región del cerebro responsable de nuestra identidad, entre otros asuntos.
De estos estudios de pudo extraer que, cuando nos llaman por nuestro nombre, se produce una activación cerebral única. Se trata de una reacción con tanto poder, que también ocurre en personas que están en coma.
En definitiva, estos estudios demuestran que nuestro nombre es una de nuestros grandes medios de autorrepresentación y seña de identidad.
Beneficios de llamar a las personas por su nombre
Ahora que conocemos la relevancia que tiene para nuestro cerebro de que nos llamen por nuestro nombre, es importante saber que esto también tiene ciertos efectos psicológicos. Estos son algunos de los beneficios que tiene llamar a las personas por su nombre:
- Genera confianza: llamar a alguien por su nombre provocará pequeños acercamientos, al hacer alusión continua a una de sus señas de identidad. Es como tender un puente de conexión y emotividad.
- Humaniza: en ciertas situaciones, llamar a alguien por su nombre crea un clima de afinidad y calidez, que provoca que la otra persona se sienta importante.
- Tranquiliza: especialmente en situaciones tensas, decir el nombre de la otra persona ayuda a aliviar el ambiente, ya que genera una sensación de cercanía.
Por último, es importante recordar que, aunque nuestro nombre sea único para nosotros, es bastante común compartirlo con otras personas. Como curiosidad, el Instituto Nacional de Estadística ha puesto a disposición de la población una herramienta para saber cuántas personas se llaman como nosotros.